La historia es más que conocida. Se inmortalizó, con ciertos toques de traición, en la película La red social.
Un chico de los suburbios de Nueva York, Mark Zuckerberg (1984)
estudiante de programación, montaba una arcaica web en el dormitorio de
su residencia en Harvard. Una década después es una de las marcas más
valiosas, cotiza en Bolsa y tiene sede en más de 50 países.
A los seis meses de su creación, Zuckerberg tomó una decisión
crucial: cambiar la Costa Este por Palo Alto. No se han movido del
Silicon Valley. De un antiguo laboratorio de Hewlett Packard han pasado a
un campus diseñado por Frank Ghery. El matiz está en que, 10 años
después, cuentan con comida más equilibrada, menos bebidas carbonatadas y
aparcamiento para embarazadas.
Zuckerberg, que se casó con su compañera de Universidad Priscilla
Chan, el 20 de mayo de 2012, solo dos días después de estrenarse en el
Nasdaq, es un tipo de costumbres que siempre viste con vaqueros y
sudadera con la excusa de no perder tiempo pensando en lo superfluo. Se
propuso que todo el mundo entrase en su servicio y ya suma más de 1.200
millones de usuarios activos. No se conforma. De hecho, promueve un
proyecto para llevar Internet a países en vías de desarrollo, no solo
con ánimo solidario, sino para superar los 5.000 millones de registros
en los próximos años.
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